martes, 24 de mayo de 2011

NARCISO EL BYPASEADO (PARTE 2)


Narciso López
Previoulsy, on Narciso, el bypaseado…

“…la bandera cubana es invento de un venezolano.
Específicamente de un caraqueño llamado Narciso López. (1798-1851)
¿A qué se debe tan grosera amnesia?”

La respuesta es, más que simple, simplista. Narciso no encaja en el arquetipo del procerato latinoamericano tal como lo entiende la izquierda acomplejada –que es casi la única forma de izquierda en este continente.  Fue militar, como muchos -demasiados, diría yo-  y tuvo mando de tropa en batallas fundamentales como Las Queseras del Medio, la primera de Carabobo y la definitiva Naval del Lago de Maracaibo.

Pero, en todas, estuvo en el lado español.

Porque Narciso era monárquico y antibolivariano. Tanto, que al independizarse Venezuela, escapó a Cuba y de ahí siguió a España, donde también combatió y le hicieron general, Gobernador Militar de Madrid, Gobernador de Valencia y representante a Las Cortes por Sevilla. Y por entonces esos grados se otorgaban por méritos en el desempeño de las armas y no por adular frente a un micrófono.

Pero Narciso era un inquieto, y en 1840 (ó 41,  según otras fuentes) estaba de vuelta en Cuba con su amigo Jerónimo Valdés, nombrado Capitán General, quien lo puso al frente de las ciudades de Matanzas y Trinidad (o sólo de Trinidad, dicen más allá), y en eso anduvo hasta que Valdés fue relevado por un tal O’Donell, quien destituyó a López sin mayores consideraciones. Cualquiera se molestaría, y él no es la excepción. A partir de entonces dedicó el resto de su breve existencia a librar a Cuba de la Corona española.

Pero –volvemos al pero- con el fin de anexarla a los Estados Unidos, exactamente a los estados del Sur, los esclavistas. Primero lo intentó por las buenas, pidiendo al entonces Presidente James K. Polk  que comprara la isla por 130 millones de dólares, pero luego se arrepintió (Polk era abolicionista) y como ningún general sureño se quería echar ese muerto encima, decidió hacer las cosas, como Sinatra, a su manera. 

Y aquí es donde su nombre se instala, para enojo del ñangarismo, en la historia cubana. Cuentan que, mientras preparaba la primera de cuatro expediciones libertarias de las cuales sólo pudo hacer dos -Estados Unidos impidió las otras-, Narciso vio en el cielo un triángulo de nubes rojas que anunciaban el alba, y en el triángulo brillaba el lucero de Venus, la estrella de la mañana, mientras dos nubes blancas partían desde el triángulo para dividir en tres franjas azules el cielo resplandeciente”.  

Apretó Narciso. Pero como entonces se hablaba así de ridículo, el poeta Miguel Teurbe Tolón le creyó y hasta se ofreció a pagar el corte de tela para que su señora la confeccionara. (1) Tenía un notable aire a la del estado de Texas, todo hay que decirlo. (2)

Pero, publicidad subliminal al margen, lo cierto es que fue ésa la bandera que López izó sobre la ocupada ciudad de Cárdenas, a donde llegó en 1850 con unos cuantos cientos de mercenarios, y donde permaneció cuarenta y ocho horas (o doce, dicen otras malas lenguas) sin despertar el interés de nadie.

Ni de la posteridad, según parecen indicar las informaciones contradictorias e imprecisas que encontré cuando quise indagar sobre él. Por lo general, evitan mencionarlo, y cuando lo hacen, es para juzgarle con una impiedad que ya quisiéramos tuvieran al hablar del presente. Y aquí me pregunto cuántos de nosotros hemos puesto de lado la comodidad de nuestras vidas para dedicarle tiempo a una causa. Una pequeñísima, cualquiera, así sea recoger un gato de la calle o firmar una carta vía Internet pidiendo la libertad de los presos políticos; no hablemos ya de darle a un país su primera y aun vigente bandera, o de entregar un cuello de apenas 47 años a la muerte por garrote vil (3), diecisiete años y treinta y nueve días antes del inicio oficial de nuestra gesta independentista. Narciso era de familia adinerada, apuesto según la estética de entonces, bien casado y conectado. No tenía necesidad. O sí la tenía, por eso saltó cuando pisaron sus intereses. Como la mayoría de nuestros héroes independentistas, que no eran santos sino ricos terratenientes a los que España empezaba a resultarles incómoda con sus diezmos, sus babosadas católicas y su exceso de zetas. Es sabido que, cuando el desarrollo de las Produktivkräfte sobrepasa el marco de las Produktionsverhälnisse, se acabó el pan de piquito. (4)

Narciso no quería abolir la esclavitud. ¿Y? Muchos de los más venerados próceres del continente tampoco. Si acaso, como Francisco de Miranda, ofrecían la libertad a aquellos esclavos que se unieran a sus filas, como también prometía el ejército español a quienes se unieran a las suyas.

Pero no es por eso, ni por lo otro, ni por lo de más allá, que Narciso ha sido bypaseado. La verdadera razón de su ostracismo está en que quiso anexar Cuba a los Estados Unidos. Y eso es más de lo que  cualquier apasionado izquierdista temporal (5) pueda tolerar. Y vuelvo a pensar: ajá, puesto a hablar de anexionimos, ¿qué hacemos entonces con lo que Marx escribió sobre la anexión forzada de buena parte de México a los Estados Unidos? ¿Con qué se come su "¿Es una desgracia que la espléndida California fuera arrebatada a los vagos mexicanos, que no sabían qué hacer con ella?". ¿Y como suavizamos que el compadre Engels, co autor del Manifiesto Comunista (6) haya escrito: "Hemos sido testigos de la conquista de México, y nos hemos alegrado. Es en interés del propio México que quede bajo la tutela de Estados Unidos". (7)

Todo se reduce a los intereses creados: Marx y Engels son fundamentales para darle algo de seriedad filosófica y prestancia épica a la inmoralidad en que terminaron convertidos todos los afanes comunistas. Narciso, en cambio, les funciona más como predecesor de Yoani Sánchez y de cualquier otro que intente siquiera cuestionar la descarada monarquía familiar de los Castro. A Karl y Friedrich hay que podarlos a como dé lugar. (8) López es mejor que se vaya en vicio, como las calabazas cuando se les deja crecer sin control, porque así es que les conviene. Es nuestro Judas, nuestro pueblo hebreo, nuestro negro, nuestro homosexual.  

¿Qué serán entonces los que dejan colar en sus discursos de ocasión las palabras Cubazuela, Venecuba y el diagnótico “cada vez somos más la misma cosa”: habladores de pendejadas? ¿Discípulos aventajados de Ramón Gómez de la Serna, Enrique Jardiel Poncela o Cole Porter, tan dados todos a los juegos de palabras, o políticos lanzando un globo de ensayo a ver qué tan ganada puede estar la gente a la idea?

Prefiero no opinar: allá ellos con la indignidad de la Historia, si es que les cabe una más. Por lo pronto, he desempolvado a Narciso para ponerlo en sitio visible de mi escritorio mental. Porque tenía todas las papeletas en contra y terminó legándonos el casi único territorio donde coincidimos los nacidos en Cuba. Y no hay nada que más le molesta el poder que la unión entre sus súbditos. Todas las mañanas, el caraqueño les sopapea la cara con un triángulo y cinco franjas ineludibles, que seguirán ahí cuando ellos y sus estirpes hayan desaparecido del recuerdo del poder.

Al pensar eso, me cae mejor Narciso López, el único, verdadero y legítimo cubazolano que ha existido

NOTAS
1)    Espero, por el bien de la menoscabada estética patria, que haya quedado mejor que la que cosería años después Cambula, la esclava-amante de Carlos Manuel de Céspedes, a cuya sombra comenzó la Guerra de los Diez Años. (ver La bandería ecológica, post del 13 de octubre de 2010)
2)   Que las banderas de Cuba y Puerto Rico sean iguales pero con los colores invertidos no se debe a que aprovecharon el mismo corte de algodón para sacar ambas y así ahorrar para la comprar de armas y los gastos de representación. Aunque no sería malo que el baboseado poema de Lola Rodríguez de Tió incluyera el verso “Cuba y Puerto Rico son / de un corte, las dos banderas
3)    Garrote vil: collar de hierro sujeto al respaldo de una tosca silla, que se apretaba mediante rosca hasta romper el cuello del reo, “rápidamente” según decían sus defensores, aunque se conocen casos donde la persona pasó hasta media hora de espantosa agonía. El adjetivo “vil” viene del medioevo, cuando a los nobles se les decapitaba por espada y los “villanos” (que vivían en las villas) debían morir de manera menos elegante.
4)   Se lo dejo de tarea a quienes se declaran marxistas sin haber leído una línea de Marx.  
5)  Todos los son, hasta que les pisan los intereses. Como sucedió –mira qué curiosidad- con Narciso. O hasta que descubren los encantos de las cuentas en dólares. 
6)  Vistos en la distancia, Castro y Chávez vienen siendo los equivalentes a Marx y Engels. Pero no por sus aportes a la filosofía sino porque Engels financiaba al siempre miserable Marx usando su muy capitalista posición de empresario. Chávez mantiene a Fidel vendiéndole petróleo a los Estados Unidos.
7)   Tomado del libro Karl Marx: racist. Nathaniel Weyl. Editado por Arlington House, 1979.
8)  Es divertido ver a los del Partido Comunista venezolano, tragar en seco cuando les toca explicar por qué Marx puso a Bolívar de culo parriba. Entre tantas otras perlas, el viejo judío antisemita y socialista mantenido por un capitalista, dijo que “habría sido también pasarse de la raya presentar como un Napoleón I al canalla más cobarde, brutal y miserable. Bolívar es el verdadero Souluque”. Souluque fue un sanguinario esclavo haitiano que en 1849 se declaró Emperador y convirtió su corte en una caricatura de la francesa.  

martes, 10 de mayo de 2011

NARCISO, EL BYPASEADO (PARTE UNO)


Narciso López

No hay nada que disfruten más los gobiernos que usar empatías históricas para justificar sus relaciones internacionales. 

Tras las inverosímiles hipocresías de los Jefes de Estado, hay siempre un equipo que trabaja sin descanso por hallar en el pasado eventos que avalen un presente de pipiagarrismo (1). Sólo los buenos, jamás los malos, que no les parece de buen tono que Obama visite Japón y recuerde el par de bombas nada sexy que su país les obsequió. O que Medvédev, en una cena con el primer ministro checo, suspire largo y diga: no habíamos vuelto acá desde la invasión del 68: qué tiempos aquellos…

Todos sabemos que la pretendida “hermandad” entre naciones es sólo conveniencia política, económica o resignación geográfica. Pero los estadistas creen que lucen menos falsos sus abrazos si con ellos evocan a un alguien que fue amigo de un tal, allá por el siglo no sé cuánto. Cuando encuentran unos así, hay que darles candela para que los suelten, porque hasta les da por intercambiar huesos y reliquias. Pero qué se les va a hacer: necesitan muletas históricas donde apoyar todo aquello que no logran resolver con las leyes de la lógica o la simple sinceridad.

Hice la universidad en un Instituto llamado Pablo Lafargue, que en realidad fue Paul: un francés hijo de franceses que nació en Santiago de Cuba cuando los cubanos eran ciudadanos españoles, y que abandonó la isla a los nueve años para no regresar jamás. ¿Por qué, entonces, mereció una facultad de lenguas extranjeras en La Habana? Simple: porque fue yerno de Karl Marx

¿Qué mejor recurso para legitimar la adhesión de La Revolución Cubana a los principios de la Dictadura del Proletariado que un santiaguero que se la metía hasta donde dice collín a la hija del autor de El Capital? (2 y 3)

Algo parecido estará sucediendo ahorita en dos orillas de la mar Caribe. Una parranda de asalariados busca desesperadamente cómo darle lustre histórico a la frenética sociedad político-militar entre los gobiernos cubano y venezolano. Un cable telefónico bajo las aguas parece, pero no es un cordón umbilical. Y que los indios caribes de aquí fueran a comerse a los taínos de allá, tampoco es el mejor ejemplo de hermandad.

Que los hay, claro está. Y de sobra. Pero de poco sirve evocar al venezolano Carlos Aponte, asesinado en 1935 junto al cubano Antonio Guiteras, si primero hay que explicar que Tony Guiteras fue un brillante político que además era bizco. La foto de un virolo no es apropiada para presidir la firma de ningún acuerdo bilateral, así sea en materia oftalmológica. Como tampoco los amores lésbicos entre dos de nuestras más insignes escritoras son suficiente aval para la Misión Barrio Adentro ni la guaracha Pa que tú lo bailes, mi son Maracaibo, hace más llevadera la impertinente y mutua cuchareta metida en los asuntos internos de ambas naciones.   

Por suerte tienen a José Martí, que es, a la politiquería, lo que París fue a Ilsa y Rick, los protagonistas de “Casablanca”. Siempre tendremos París, dice él en la escena final del clásico de la Warner. Siempre tendremos Martí, dirán los historiadores. Martí escribió tanto y de tantas cosas, que siempre se consigue algo por ahí que funcione. 

Sin embargo, el lazo más fuerte y realmente indestructible “entre nuestros dos pueblos” está a la vista y todos se hacen los locos para no mencionarlo: y es que la bandera cubana es invento de un venezolano. Específicamente de un caraqueño llamado Narciso López. (1798-1851)

¿A que se debe tan grosera amnesia? 

(continuará...)
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NOTAS

1) "Andar de pipí agarrao": expresión coloquial venezolana que denota amistad excesiva. 

2) "Meterla hasta donde dice collín": expresión coloquial cubana que se inspira en la marca de machetes Collins, cuyo nombre aparecía en la hoja, junto a la empuñadura. 

3)  A Paul Lafarge se le conoce mayormente por su ensayo, El derecho a la pereza, donde augura que, en una sociedad dirigida por el proletariado, la maquinaria dejaría de ser una generadora de desempleo y pobreza para convertirse en la vía para "trabajar lo menos posible y disfrutar intelectualmente y físicamente lo más posible". Mientras los demás intentaban soliviantar a los obreros para que se rebelaran, él ya andaba pensando en los feriados.