martes, 15 de marzo de 2011

LAS TRES CARAS DE EVA


Fotografía mía sobre la portada del libro Fuera de foco, de Eva Ekvall, con retrato de Roberto Mata.

La primera vez que vi a Eva Ekvall, me recordó a Barney, el dinosaurio rosa o fucsia o morado del programa infantil. Y no porque fuera grande como él, ni igual de culona: es que ambos son inclinados. No encorvados, que es consecuencia de una pereza corporal; los inclinados mantienen la espalda recta, y el gesto tiene un algo de amabilidad o tal vez de culpa por sobrepasar la media. O ganas de mimetizarse entre los definitivamente más bajos.
De cualquier manera, era imposible no notarla, incluso sentada. Sus ojos almendrados, que se me antojan sefardíes, eran notables incluso en un país como éste, donde la concentración de belleza por metro cuadrado es escandalosamente pródiga. A su vera, un hombre -no sé si ya era su esposo o aún su novio- con quien comparto amigos. De hecho, estábamos en el bautizo de un libro de uno de ellos. No era la estampa habitual del venezolano que exhibe lo que se levantó: hay una gestual fatua y nuevorriquista en quienes van con dos metros de hembra insuperable a su lado, exhibiéndola como prueba viviente de lo que su virilidad, su chequera y/o su escala social pueden agenciarle. Este hombre, en cambio, abrazaba el espacio alrededor de ella con la delicadeza que sólo un tipo enamorado hasta los tuétanos consigue, por más que las feministas y los autores de monólogos se ensañen en negarle a mi género esa capacidad.
Cada dos por tres, alguien se acercaba a pedirle una foto o un autógrafo a la mujer, y él se apartaba, amable, para que el/la solicitante cumpliera su deseo. Y luego retomaba la conversación, incluso la caricia, donde la habían dejado. ¿Viste qué bella Eva Ekvall?, dijo una a mi lado. Y otra acotó: se ve mejor ahorita que cuando fue miss.
Se trataba de una miss, entonces. (1) Y aunque no conocía su cara, sí recordaba el nombre, pues lo asocié con el de Anita Ekberg, la rubia que en el film La Dolce Vita sedujo y redujo a Marcelo Mastroianni, de tan suecamente bella que era. Eva -lo supe luego- tiene ancestros de por allá, menos talla de sostén y más altura. La Ekberg -recién descubro- fue Miss Suecia en 1951 y fue también a por la corona universal. O sea: de suecas y misses universalistas iba la asociación, muy lícita.
Volví a verla -a Eva, no a Anita-  tiempo después, en la portada de una revista nacional con ínfulas de Vanity Fair, con el mismo hombre, ahora su esposo, y una hermosa niña: el clásico retrato de armonía dominical que tanto conmueve a las doñitas. Pero algo no andaba bien: Eva llevaba turbante, su cara era más redonda y las almendras de sus ojos miraban distinto. ¿Qué pasa con ella?, le pregunté a la señora del quiosco, decidido a no respaldar ese derroche de papel y errores de sintaxis que son las revistas “de sociedad” de este maltrecho país. Tiene cáncer, la pobre, dijo la señora. Y más allá de la compasión, me desconcertó el descaro con que ese bisílabo ataca sin respetar edades ni prosapias, mientras tanto degenerado anda por ahí, sin siquiera el castigo de un catarrito.
Además, estábamos hablando de una miss. Y en este país, las misses son, a las mujeres, lo que los unicornios al resto de los équidos: el extremo mitológico. Hasta yo, que me considero impermeable al evento y sus relatos, no dejo de asombrarme cuando me señalan alguna reina de belleza: son perfectas y eternas, como si la corona de fantasía fina les concediera el privilegio de ir por el pasillo VIP de la vida, sin padecer lo que el resto de los mortales.
Tal vez por eso Eva Ekvall estaba en esa portada: para desmoronar la última de nuestras certezas.
Las misses no orinan arcoiris.
Quienes vivimos en la vecindad de sus afectos, seguimos con pudorosa solidaridad el proceso. No creo que un tumor sea castigo por no haber comido suficiente brócoli o almacenar resabios con la familia; pero tampoco lo veo como una Bendición del Universo que redimensiona las mañanas soleadas y la sonrisa de los niños. Todo eso se puede apreciar sin necesidad de pasar por una quimio devastadora. Tampoco soy útil, espiritualmente hablando, en tales emergencias. Nací en un país sin Dios, y soy pudoroso con el uso de la terminología religiosa, aunque más de una vez se me haya malinterpretado al no persignarme en una iglesia, no entender las intríngulis del Sabbath o no postrarme ante un altar de santería. Creo en las liturgias cuando son, como las cosas, del alma. De otra manera, me parecen burlas a los practicantes. Como también creo ofensivo aconsejar fuerza a quien ya está batallando con cada célula de su cuerpo contra una invasión indeseada. A los enfermos, el mundo se les detuvo en un limbo sin capítulo final predecible, y uno no es quién para asomarse a esa ordalía con una frase estúpida por toda arma.
Yo no estaba en el cuerpo de Eva para entender sus desalientos. Y cuando no se está, es mejor callarse.
Sin embargo, ya no me recordaba a Barney con su pudorosa inclinación mimética. Ahora estaba erguida. Con sus dolores, sí. Con el cuerpo y la cara cambiantes por los vaivenes del tratamiento: claro. Pero ahí, un tótem en medio de esta ciudad indolente hasta con sus miserias más obvias.  Y un fotógrafo –un excelente fotógrafo- tenía el permiso para documentar cada pequeña victoria o cada indeseable revés en su personal campaña admirable: un acto arriesgado porque nadie sabía (deseos no preñan, decimos aquí) el desenlace.
Y el desenlace es un hermoso libro titulado Fuera de foco, que no lo es porque la autora –lo escribió ella realmente, lo fotografió Roberto Mata y lo completaron sus amigos, sus tweets y sus partes de guerra vía correo electrónico- nos pasee por praderas postproducidas donde pasta Dios con los colores de los Teletubbies, bañándonos de energías positivas. O por la certeza, revelada tras enjundiosas meditaciones, de que casi morir es necesario para entender la vida. Afortunadamente para el lector –y digo “afortunadamente” porque las obras artísticas van más allá de "lo que debe mostrarse"- todos ahí están con el alma en la punta de la sombrilla que intenta darle equilibrio a una mujer que camina sobre un abismo cuyo fondo desconoce. Están aupándola, pero al final del día es ella sola contra Eso, en un pulso que logra ganar sin tenerse lástima ni darnos moralejas, en tiempos en que todos nos creemos Profetas de Algo sólo por evitarnos el fastidio de leer a los Profetas de Siempre.
Si algo se puede salvar de una pesadilla que nadie merece –nadie bueno, quiero decir: que los hay que merecen eso y más, y no tengo prurito en deseárselo- es que Eva Ekvall es una formidable prosista. Y que nos debe un montón de cuentos sobre La Vida.
Esa es su tercera y más luminosa cara. Aunque, de regreso a la normalidad, veo que empieza a inclinarse de nuevo como Barney.
No hay por qué. Esa cabeza merece estar bien erguida.
Los definitivamente más bajos que tú, veremos cómo nos las apañamos.
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NOTA: (1) Miss Venezuela 2000. Tercera finalista Miss Universo 2001

13 comentarios:

  1. Otro texto maravilloso y emocionante. Este blog es cada vez más bello.

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  2. Que lo diga uno que sabe lo que es escribir bien, es más que un elogio. Gracias por tenerte de público

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  3. Me encantó!!! maravilloso!!!

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  4. Respondiendo a lo que tú, Camilo, le respondes a Marco más arriba: es que cada cosa que leemos escrita por ti parece un regalo inestimable.
    Me exaspero cuando pasan días y no publicas nada, lo mismo que me ha pasado en los últimos días con el blog del Fogonero, por recomendación del cual llegué hasta el tuyo. Ver aparecer de nuevo la carita de Will en esta página, cuando refrescaba la pantalla, me impacientaba.
    Hoy al fin veo algo nuevo. Y es de lo mejor que has escrito aquí.
    Que inapreciable voz entre las voces de nuestra gente regada por el mundo: aunque estos contenidos los considero de interés universal, la verdad que el favor mayor lo haces -creo yo al menos-, a los cubanos que andamos por ahí dando vueltas en la red.
    Gracias anónimas y muy grandes desde Chile.

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  5. Muchisimas gracias. Ahora habrá que escribir todos los días, quién me mandó.

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  6. No no no, jajajaja, hazlo cuando quieras y tengas tiempo, claro.
    En cuanto a quienes te leemos, hay que saber esperar. Como decía Madonna, para ponernos un tin frívolos: tenemos que to have, not to hold.

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  7. Coño carajito....ya pensaste en escribir novelas para televisión.. Tienes duende....jaja.. No escribes ni mejor, ni peor, por suerte nuestra, como siempre. Talentoso Camilo.
    abrazos desde Brasil. Callao

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  8. Claudio: Callao te ves más bonito. Qué alegría tenerte por aqui. Que se repita, espero

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  9. Tu narrativa es excelente... el tema es muy emotivo y nos toca a todos como seres humanos y venezolanos. Para ti un 10 perfecto.

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  10. Sencillamente sublime como la belleza de Eva Ekvall y su gran ejempllo de lucha!!.. QEPD EVA!

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  11. SPEECHLESS !! me has dejado sin palabras pero con muchos pensamientos! que placer es leer! y que bueno que tenemos la tecnologia para poder recibir esos regalos del alma con inteligencia! bravo! En estos dias vi una camiseta que decia "leer es como besar, si no se hace a menudo, se nota en la lengua"...
    Tu blog ya esta en mi marcador de paginas !
    Muchas Gracias.

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  12. que bonito! sabes me encantaria que una persona con este dominio de sentimientos plasmados en letras leyera mi blog -para corregirme- pues lo tengo desde hace algun tiempo y me gustaria saber que pienzas, el tuyo me encanto. muchas felicidades!!!
    www.nandamendoza.blogspot.com

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  13. Casualmente hoy comence a leer tu Blog, que mejor manera de hacerlo que con este hermoso escrito en honor a Eva Ekvall, sin duda alguna hasta al mas "valiente" le apurroña el corazón..

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