lunes, 21 de noviembre de 2011

DIOS, SEGÚN LOUIS DAGUERRE

Boulevard de Temple (1838) En la esquina, un hombre. En el último balcón del primer edificio alto de la izquierda, una alfombra.



"...después
vinieron los relojes"
María Elena Walsh.
(1939-2011)

El hombrecillo del Boulevard du Temple es una de mis obsesiones metafísicas desde que descubrí ese daguerrotipo –antecesor de las fotografías- no recuerdo dónde, pero sí sé que siendo un muchacho. Es apenas la imagen de una calle parisina captada en 1838 desde un piso alto, por el inventor Louis Daguerre (1787-1851) quien demoraba entre 4 y 40 minutos para impresionar una placa como ésta. Una nadería, si pensamos en las horas que necesitaba para hacer lo mismo su antecesor Nicéphore Niepce.

Tengo debilidad por las viejas fotos de ciudades, y no más regreso de un viaje, me lanzo a indagar cómo eran esos espacios que conocí, lo más atrás posible. Pero lo que me atrae de esta imagen pionera -más allá de ser la primera fotografía donde aparece una figura humana, o la curiosidad por ver cómo era el paseo donde luego vivió Gustave Flaubert y trabajó Lestat, el vampiro- es que no es una imagen del Lugar, sino del Tiempo. Daguerre marcó un lapso, cinco o diez minutos, quién sabe, para impresionar su placa. A esa hora el boulevard, que cualquiera con mínimas nociones de urbanismo reconoce como un sitio concebido para ver y dejarse ver, estaría lleno de transeúntes, de coches yendo y viniendo, de policías de ronda por la vereda, mujeres apresurándose al mercado, niños con perros y enamorados embelesados con el halo de gardenias que dejaban al pasar las muchachas, mientras una sirvienta sacaba la alfombra al balcón para orearla en la mañana de ese otoño. Digo que es mañana, porque nadie cuelga alfombras para que pernocten al sereno; y digo que es otoño porque abundan los árboles secos, y los frondosos lo están demasiado para ser primavera.

Ninguno de quienes cruzaron el amplio paseo, sabía que en ese momento, en la ventana de uno de sus edificios, un señor jugaba a ser Dios. En sus personales prisas, no permanecieron lo suficiente para quedar atrapados en la placa de Daguerre. Sólo un hombrecillo, justo donde la acera hace una esquina generosa para los carruajes, fue registrado. No se ve bien qué hace. Alguien sugiere que está parado ante una bomba de extraer agua, lo que queda descartado con sólo ver la simetría de la arboleda seca.  Otros aseguran que le están puliendo los zapatos, y quien lo hace debe ser un niño o joven, borroso por el movimiento. Lo único cierto es que el hombrecillo murió si saber que esa mañana, detenido en posición de escultura de Giacometti, había ganado la eternidad.

Una casualidad que es también una carcajada sobre las pretensiones de los poderosos que han contado –y aún cuentan- su presencia en eras, antes de contarla en obras. El Imperio de los Mil Años, los planes quinquenales, el Dos Mil Siempre… Los republicanos franceses inventaron su propio calendario; también los bolcheviques. Ninguna de las dos revoluciones, con sus terrores, sus guillotinas y sus gulags, completó un siglo de paso por la vida. 

Ni siquiera el recuerdo del soberbio Napoleón Bonaparte, muerto 17 años antes, queda en el aire del Boulevard du Temple. Sólo un alguien sin nombre que lustra sus zapatos, digo yo que en una mañana de otoño, en el Tiempo perfecto de Louis Daguerre, que es también otro de los nombres de Dios.

Louis Daguerre (1787-1851)


8 comentarios:

  1. Ah, y es un 0 el 9. Eso, o estamos mucho más viejitos de lo que creía.

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  2. Y yo arreglo el mío, que salió lisiado.

    Esto me recuerda lo mucho que me gustan Flaubert y los daguerrotipos, y lo mucho que no le perdono a Anne Rice que escribiera sobre Lestat de una manera tan abusiva que no nos quedara a los que nos enamoramos de Entrevista con el vampiro más remedio que odiarlo -dijo ella.

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  3. Esta maravillosa entrada me llega muy de cerca. No lo creerás pero ANOCHE estuve pensando en esta foto, y en ese ojo que sólo recoge lo inerte o lo que se detiene el tiempo suficiente. Últimamente he estado muy interesado en el daguerrotipo y en la relación de la fotografía con el tiempo, por lo que imaginarás lo mucho que he disfrutado este texto. Siempre es un placer leerte. Un abrazo.
    El hijo de Nerva.

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  4. Tu entrada de la foto de Caracas es una joyita sociológica. Cuando sea grande quiero escribir como tu

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  5. Muy buena nota.
    Gracias
    Gerardo Fernández Fe

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  6. Daguerre estará encantado... donde esté. Genial, brother, como siempre.

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  7. Camilo, no dejes de escribir. Suelta lo que sea, lo que te vaya pasando por esa cabeza.
    Este es un texto hermoso que he leído varias veces.

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