martes, 17 de agosto de 2010

DE RUSIA PARA EL MUNDO


Este blog también pudo haberse llamado "De los chinos de Zanja" o "De los polacos de la calle Muralla", o cualquier otra de las tantas comunidades e individuos que han errado (en el sentido de vagar, pero también de equivocarse) por medio mundo buscando lo que en ningún lado venden: sosiego para seguir viviendo. Qué problema es el sosiego: benditos los que se van con propósitos tangibles como hacerse millonarios o ser famosos, porque su éxito o fracaso es fácil de medir. El sosiego es volátil: se me escapa cada vez que me asomo a mi balcón en Caracas y veo el terror en que vivimos y lo recupero con sólo mover los ojos un poco al norte, y trepo con ellos la pared verde de la montaña que me separa del mar. Y vuelvo a perderlo cuando entiendo que, por más que me resista, terminaré yéndome a buscar el sosiego en otra parte.
No milito en los fetiches patrioteros: los himnos me parecen un desatino y los ditirambos nacionalistas una sucesión de ripios fascistoides. Ningún prócer me conmueve más que la absoluta falta de épica con que mi madre distribuía un único corte de tela entre mis hermanos y yo, para hacernos camisas con las costuras irregulares y que no saliéramos a la calle con un roto.
Tampoco le debo mis nostalgias a La Habana: se las debo al tiempo. Ni padezco de Edipo gastronómico: mientras exista la posibilidad del risotto de espárragos, la Torta del Casar y el chupe de camarones, jamás me verán llorando ante un plato de arroz con moros.
Eso sí: me avergüenzan mis gentilicios cuando veo cómo nos desollamos los unos a los otros para no debatir ideas, porque siempre será más fácil morder la yugular que encontrar consenso. Abomino de los extremistas y aún más de los que dicen no tener opiniones. Que si bien las opiniones son como las narices, el no tenerlas es negarse a respirar.
Nadie logró borrar de mí el cinismo de haber crecido en un estado ateo, y quienes lo han intentado con libros o retiros espirituales, todavía lo están lamentando.
Como bien dijo Billy Wilder: Nobody’s perfect.

Cuentan que Mima Rovenskaya, La Rusa, tenía asiento reservado en el cine del pueblo, y asistía a las funciones con abrigos de piel. “¡Pieles en Baracoa!”, exclamaba el autor del comentario. Mima no dejó de ser rusa aunque fue baracoense hasta morir de cáncer en 1978, cuando yo aprendía a hacerme pasar por extranjero para que nadie me detuviera a la puerta de un dancing o de un bar, como proclamaba aquel poema de Nicolás Guillén. Cuidado con lo que deseas, porque puede cumplirse: hoy soy, sobre todas las cosas, un extranjero.
Pero no me incomoda, y por eso hice este blog: para sentar a los de aquí con los de allá y los de acuyá; para presentarle la arepa de maíz pilado a la poesía de Eliseo Diego e intentar explicar y explicarme cómo, tras la histérica soberbia de un cubano puede alentar la más dolorosa incertidumbre, y que ese venezolano que se burla de ti porque no usas Blackberry hará lo que sea por ayudarte el día que lo necesites.
Soy de aquí como antes fui de allá y como seré de otra geografía cuando me toque. Que hay gente que nace para quedarse. Y otros para ser rusas en Baracoa.

5 comentarios:

  1. Me encanta tu début. Tienes razon, somos un poco como esa rusa.

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  2. Eres lo maximo! POR FAVOR NO PARES!!!
    Lo necesitamos todos los "extranjeros" que andamos regados por el mundon.
    Pepe Carratala

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  3. Gracias, muchachos. Es mi primer post y mis primeras críticas.

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  4. Me encanta la Rusa de Baracoa que hoy vive en Caracas. Estaba leyendo el blog de Odette (la última entrada) y me llevó a este tuyo que me ha gustado mucho.

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