martes, 12 de octubre de 2010

Colón, el Adanismo y el Día de la Resistencia

Conócela, pueblo: esta es la resistencia indígena

Hay que ser infantil para agarrarla con Cristóbal Colón a estas alturas del juego. Es como encabronarse con Atila o andar mentándole la madre a Jerjes I por haber exterminado a Gerard Butler y su tropa de musculocas en la batalla de Las Termópilas, según nos la contaron en 300, una película homoerótica de la que se concluye que Atenas pudo haberse salvado si esos machos medio encueros, en vez de combatir,  se hubieran ido juntos a un sauna a liberar tensiones.
Lo que pasó, pasó, menos en esta tierra donde hace una década los papeles se trastocaron, y como decía el inolvidable Gato Jinx de Huckleberry Hound: yo iba detrás y ahora voy delante. La izquierda que conocíamos –léase: los que iban a Cuba semanalmente, incluida Isa Dobles, pero eso es otro cantar que cantaré otro día- ahora son inclaudicables opositores al gobierno (salvo excepciones) y los que antes fueron adecos (AD es un partido político) y rendían culto a Willie Colón por decir las cosas como son, ahora lo amenazan de muerte y (también salvo excepciones) están descubriendo al Silvio Rodríguez de los 70’s.
Y lo querrían más si Ojalá fuera un merenguito apalmichao (pero eso se puede arreglar: creo en los poderes creadores del pueblo, como decía Nazoa).
Vivimos tiempos de Adanismo, que el DRAE define como “Hábito de comenzar una actividad cualquiera como si nadie la hubiera ejercitado anteriormente”. Un día el Presidente descubre Los Miserables de Víctor Hugo y se deslumbra tanto que ordena una edición masiva para regalarle a la gente por la calle; cuando se sabe que hay que tener un corazón en medio’er’pecho para pasar de leer nada a tragarse entero el cuento de Jean Valjean, la puta que era puta sólo por complacer a la familia, la niñita atravesada y la sospechosa obsesión del inspector Javert por pisarle los talones o algo más al expresidiario. Y se declara marxista (el Presidente, no Valjean) para acto seguido admitir que no ha leído nada de Marx y la mismísima Academia Española tiene que bajar la cabeza y hacer una reimpresión de Cien Años de Soledad con prólogo de José Saramago, porque al hombre de aquí le cae mal Vargas Llosa, quien hizo el prólogo para el resto del mundo.
Con esta falta de seriedad -incluida la de García Márquez al permitirlo- no se puede. 
Hace ya seis años y por estos días, un grupo decidió cobrarle tres siglos de despelote (no cinco, que hay que cargar dos a la cuenta de nuestros próceres, caudillos y tiranuelos de toda laya hasta el sol de hoy) a Colón y echaron al suelo la modesta estatua que tenía en las cercanías de la Plaza Venezuela. El tradicional Día de La Raza fue cambiado a Día de la Resistencia Indígena, al grito de anakarina rote, que en dialecto Caribe significa, dicen, sólo nosotros somos gente. Consigna infame y fascista avant la lettre porque no abarca a todos los indígenas de por acá, sólo a los de esa tribu.  Los Caribes, para quienes no los recuerdan, eran caníbales y guerreros, y cada vez que querían cenar afuera llegaban a Cuba y se zampaban en alegre tertulia a nuestros inditos taínos, que tan malos no estaban si los Caribes remaban tantas millas por un tartare de nalga servido en hojas de plátano.
Si aplicamos la sabia máxima venezolana de que la salsa que es buena para el pavo también lo es para la pava, Cuba debía romper relaciones con Venezuela hoy mismo. Que si bien es feo que te esclavicen, mucho más grave es servir de menú en contra de tu voluntad. Y, viceversamente hablando, no sé qué hacen los venezolanos hablando con los cubanos después del intento de invasión de Machurucuto, que fue hace 43 años, no 518 .
Mirar atrás con resentimiento es un ejercicio estéril y perverso si además es selectivo. Si defenestramos a Colón, sigamos con Bolívar (que entregó a Francisco de Miranda a los españoles), o con el viejo Marx (que llamó a Bolívar “el Napoleón de las retiradas”). Y en acto público y trasmitidos en cadena nacional para ambos países, meemos la bandera y el escudo cubanos, creación de un venezolano monárquico llamado Narciso López, que no contento con combatir contra Bolívar, quería que Estados Unidos se anexara Cuba.  
Y por ahí palante, ad infinutum. Y ad nauseam.
Hoy los indígenas venezolanos que mendigan en todos nuestros semáforos se resistirán, si acaso, a que les den sencillo en vez de billetes. Más allá de una estatua tumbada por descendientes de españoles que gritaban en el idioma de los conquistadores, muchos discursos de ocasión y unos diputados que ni pinchan ni cortan, la vida para ellos sigue siendo la misma. En todos los consulados españoles del continente hay colas de gente reclamando sus ancestros peninsulares para hacerse ciudadanos de la Comunidad
Y unos ahí siguen descubriendo el nuevo mundo, con cinco siglos y piquito de retardo procesal.

4 comentarios:

  1. Cuánta razón tienes y qué poca estos que ahora son socialistas de fanfarria y antes fueron bululú de romería: Reinventarse (léase agarrarse al cambur de turno) o morir, debe ser su consigna. De esos especímenes también hay versiones europeas, por lo menos en España abundan, quien sabe si el gérmen no bajó de las tres caravelas de Willy Colón. Angie

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  2. Magnifico y no escribo encojonado por respeto a vírgenes ojos que puedan asomarse a este blog. Es verdaderamente penoso descubrir cuantos perfectos idiotas habitan esta America nuestra.
    Saludos.

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  3. Buenísimo. Todavía me estoy riendo con todas esas cosas tan tristes.

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  4. Hemos vivido en la boca del lobo -como dijera Rachel en el último parlamento de La Bella del Alhambra- y nos hemos salvado de milagro... Nos hemos salvado?

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