jueves, 23 de septiembre de 2010

Cuentos para leer antes del domingo

Foto: Caracas triste. Autor: Camilo Hernández

Uno- Me ofrecí a llevarla hasta el Colegio donde le tocaba votar. Nada. Le eché mi cuento de cubano exiliado. Tampoco. Hasta me puse cursi y le hablé de la Patria: ella siguió ahí como una esfinge. La semana siguiente se mudaba a Panamá donde su esposo había conseguido trabajo. Lo dijo con la mayor sonrisa que le permitieron sus labios rellenos de silicón: salga sapo o salga rana, ¿a mí qué me importa? Escogió ser extranjera.  

Dos- Saltó de su cama a otra más apropiada aún, y su corazón rojo fue premiado. Hoy reparte ese color sortario entre el esmalte de sus uñas y las suelas de sus zapatos de 1500 euros para arriba. Usa pieles de verdad: pasó una vida usando las falsas para ponerse sensible ahora que puede pagarlas. El único problema de Venezuela es la delincuencia, me confiesa mientras ordena descorchar la tercera botella de Cliquot de la noche y los mesoneros nos miran con el asco que merece la decadente burguesía. Extraña su país y en sitio preferencial de la casa tiene una foto tamaño natural de su amado Presidente.

Tres- De su abuela heredó la devoción por los dictadores. Gómez es el hombre que puso a Venezuela en el mapa, asegura. Y Pérez Jiménez. Estudió en Cuba y tenía repentinos orgasmos cuando veía al Comandante. Nunca votó por la izquierda, sólo un golpe de Estado logró interesarla en política. Ahora adora sentirse soldado, acatar, levantarse al toque de diana, exterminar, pulverizar, como periódicamente le ordenan. Una vez denunció a un corrupto: cuando la botaron del Ministerio. Nadie le hizo caso. El corrupto sigue en su puesto. Ella vive con lo que logra arañar por ahí. Pero se abrió un Twitter y desde él envía todas las mañanas mensajes de amor al Jefe Supremo. Ordene, mi comandante, que Dios me lo bendiga y le dé larga vida. Y aun le quedan 74 caracteres para pedir algo.

Cuatro- La recuerdas de La Habana, a la que iba todos los años cuando La Revolución era bella e improbable. Más de una vez se cayó a gritos con algún gusano local que osó, al cobijo de unos rones, quitarse la careta. Ahora no se cansa de marchar contra esta dictadura, y prefiere no recordar lo tanto que ella contribuyó a que existiera. Aprendió que toda revolución es hermosa mientras no se pose en tu techo.

Cinco- Aunque acaba de tener un hijo, no va a votar. Cree que su burbuja tendrá la suficiente fuerza para mantenerlos al margen. Todos los políticos son una mierda, y no entiende cuándo le explico que a esos políticos de mierda los sacamos en las próximas elecciones. A los otros: nunca podremos.  

Seis - El Alto Funcionario llama a su familia: váyanse, que después de las elecciones esto es comunismo duro. Tuvo la prudencia de sacar el dinero habido y reclamar la ciudadanía europea de un abuelo. Se queda, pero la puerta trasera sigue abierta para cuando quiera recuperar el tedio de las vidas normales.

Siete - No hables de política, que esas dos son chavistas duras. Y yo estaba ahí para celebrar un cumpleaños. Algo en mí vieron que no les pareció rojo: derivaron la conversación hacia las cestas de regalo navideño que una de ellas elaboraba a pedido de un poderoso Ente Público a la cabeza del cual estaba su hermano. Erizada de Patria, alababa la idea de usar sólo licores y dulces de producción artesanal. Los turrones, patés y whiskies fueron desterrados para siempre de los regalos institucionales.  Y ahora se los tomarán ustedes, fue lo único que logré decir antes que me sacara de ahí. Hace dos años que ella compró una mansión en Marruecos. Desde allá maldice las izquierdas, pero supongo que conserve su pasión por las artesanías.

Ocho- ¡A mí qué me importa salir en esas vallas diciendo que esto es lo más arrecho! ¿Tú sabes cuánto cuesta esta camioneta que me acabo de comprar?

Nueve- No le da la gana de asumir que todos nos equivocamos, aunque hace ya tres elecciones que lo sabe. Cuando llega a la máquina marca los botones que le dijeron. Suspira de alivio y sale convencida de que ahora sí van a darle el paraíso prometido hace una década.  

Diez- Una de las pocas ventajas de haber nacido en un país constitucionalmente ateo es que aprendí a maldecir sin que me quede la culpa del pecado. Pero no les deseo mal a ninguno de ellos: sólo espero que en el camino no encuentren un buen recuerdo donde recostarse.

Ese día habrán perdido -merecidamente, por demás- su lugar en el mundo.

8 comentarios:

  1. Excelente, Camilo. La concisión es una virtud que admiro. Un abrazote. Néstor.

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  2. Y otro para tí. Me siento como el portugués en la entrada del abasto, atendiendo a todo el mundo.

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  3. Camilo.
    Por un posting en Facebook, de otro Camilo (no Cienfuegos) supe de su blog. Y me dispuse a visitarlo. De un tirón leí todas las entregas y disfrute. Porque la sinceridad es en ocasiones cruel, me importa un bledo si se queda en caracas, o si como la rusa, se va a vivir a la lejana Baracoa. Lo que si me gustaría es, que siguiera escribiendo.
    Saludos.
    Miguel Grillo Morales.

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  4. Que bueno Cami, yo opino como la Hilda Rabilero acaba de cruzar pa aca porque sino te cogera eso que anda...Me ..La Peor de Todas

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  5. Por aquí estuve... viendo estos ejemplares de los que tantos conozco. Revolución bonita en la cabeza de otros. Va el abrazo de siempre.

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