miércoles, 22 de diciembre de 2010

CONSIDER ME GONE (INTERLUDIO)


There were rooms of forgiveness
In the house that we share
But the space has been emptied
Of whatever was there
Sting


Dicen los filósofos orientales (o los autores de libros de autoayuda: no los distingo) que todo viaje comienza con un primer paso. Y agrego yo que todo viaje parte del deseo de no estar más donde se está.
Cuando salí de Cuba, y para no dejar en ella mi vida ni mi amor, hacía ya dos o tres años que me había escapado de cuerpo adentro: eso que los sofistas del quietismo llaman “insilio”, que es como exilio hacia adentro, y que suena del carajo hasta que entiendes que absolutamente nadie (ni religión ni credo político; ni siquiera opción sexual) puede disponer de tu manojo de ilusiones y del derecho que tienes a colocarlas en el orden que se te dé la gana dentro del cronograma de tu vida.
A ese estadio anímico prefiero llamarle “a mí tú no me jodes”.
El amitunomejodismo permite, entre otras cosas, poner las cosas en su justo lugar (o el que uno considera justo) y entender que ningún amor (vuelvo a fusilarme otra canción, esta vez de Martha Valdés), absolutamente ningún amor, es infinito. Y está terminando el último año sabático que le di a mi esperanza,  con resultados desastrosos: hasta el 31 del presente estaré viviendo en el único país del mundo y de la Historia, que ha legitimado en las urnas el totalitarismo. Y estoy bastante grandecito para andar cargando con irresponsabilidades ajenas.
Sabrá dios en cuánto tiempo estaré ido físicamente de mi segunda piel nacional: esas son sólo cronologías intrascendentes. Por lo pronto, arranco el 2011 en otro lado, en otra esfera: en el territorio siempre sano del amitunomejodismo.
Como Sting en su canción: consider me gone.

Oficialmente.

sábado, 11 de diciembre de 2010

GIVE HIM A BREAK


Como cada año por estas fechas, Yoko Ono asoma su jocico chino (para decirlo en modo Alicia); esta vez para asegurar que su marido, el ex Beatle John Lennon, todavía estaría vivo si no se hubiera metido en política. 


Y hay que entenderla: cuando se pasan tres décadas tratando de mantenerle el encanto a un muerto para que siga vendiendo discos, llega el momento en que las primicias se agotan. Y el target es perfecto, porque no hay nada que le guste más a un gringo que una conspiración. En eso son idénticos a los izquierdosos (1), que orgasman cada vez que encuentran alguien nuevo a quien echarle la culpa. Supongo que, tras el tubazo de la Ononista Yoko, una tropa  salga a rastrear los vínculos entre Mark David Chapman (el asesino de John) y Turner (presidente de la CIA por entonces) (2) o Webster (ídem, pero del FBI). Cuidado si J. D. Salinger termina cargando el muerto de ese muerto, por haber escrito The Catcher In The Rye, la novela que el homicida leía tranquilamente cuando lo detuvo la policía, y que fue escrita 29 años antes, cuando Lennon tenía 11 y soñaba con alguna vez lucir un pipí lleno de pelos como el que le veríamos 17 años después, en la portada de Two Virgins, un disco de 12 surcos (uno peor que el otro) co-escrito con Yoko, nacida 35 años antes en Japón, cuando Salinger tenía 14. Que son, asimismo, los años que el escritor debió esperar para desembarcar con las tropas aliadas en Normandía, momento inmortalizado por el fotógrafo Robert Cappa, quien 8 años antes, en España, había tomado la famosa foto de un miliciano al momento de recibir el impacto de una bala en la cabeza, y que probablemente, 44 años después, impresionó tanto a Chapman, que para apartar de su recuerdo tan dura imagen, se puso a escuchar el LP Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, que tiene una portada la mar de simpática, con esos colorines y ese poco de gente y una rubia que todos dicen que es Marilyn Monroe, pero no: es Diana Dors pareciéndose a Jane Mansfield. Y a la altura de la octava canción, Chapman concluyó que Lennon era un hipócrita que debía morir, porque se abstuvo de hacer lo que cualquier otro hubiera hecho con gusto, de haber tenido la oportunidad: arrebatarle la cítara a George Harrison y pegarle duro con ella por la cabeza para que dejara la comemierdería hinduísta.

Con esos datos en mano, es posible que el próximo año Yoko anuncie que el autor intelectual del homicidio de Lennon es Kevin Bacon.

Uno es de bronce y el otro no es de piedra.
Confieso que John siempre me ha caído pesado.

Ya va: todavía no hagan cola para lincharme. No cuestiono su talento (3) pero sí la envoltura mesiánica que tejen a su alrededor quienes  necesitan “siluetas o algo semejante que fuera adorable, o por lo menos querible” ante quien postrarse y ofrecer sumisión.  

Como nací en un lugar y un momento en que tener algún tipo de fe que no fuera La Revolución (well, you know…) era una sentencia, mis niveles de idolatría son escasos. Y de paso practico un simple pero efectivo ejercicio: cuando siento la tentación de considerar a alguien superior a mí, lo imagino con estreñimiento. Eso baja del pedestal a cualquiera.

Pero con John ni falta hizo. Nunca me movió su “osadía” de reservar una suite en el Hilton de Ámsterdam con su china y entre un sesentinueve y un mira-quién-viene, hablar con la prensa de Bed Peace y Hair Peace. ¿Qué eran ellos: embajadores de Silueta Schwarzkopf? Los años 60 dieron oportunidades de todo tipo para lucirse; a Lennon lo que más le angustiaba era que le pidieran dinero para hacer la revolución. En 1971 (año de Imagine y de Power to the People) George Harrison convocó a un concierto humanitario por Bangladesh. (4) Lennon no fue y además se burló: Bangladesh was caca (5). Las vallas en 12 ciudades del mundo con el anuncio War Is Over, fueron una promoción de su single “Happy Xmas, War is over”, no una campaña sin fines de lucro. Sus canciones pacifistas fueron escritas demasiado tarde, y hasta él lo admitió que las hizo cuando ya todo el mundo estaba contra la guerra. Su discurso es tan genérico, ambiguo y pajero, que le es útil hasta a Fidel Castro, quien le mandó hacer una absurda estatua, como si La Habana necesitara de Lennon y McCartney, cuando lo que urge es menos Lenin y MasCarne. (6)

Aeropuerto de Liverpool John Lennon.
Su slogan es "Above us, only sky", verso de "Imagine"
Pero, aclaro, esa es mi versión y mi visión. Cada cual hace de sus partes una pizza, y reparte los slices donde quiera. Las mezquindades de Lennon, que fueron muchas, (7) son muestra de que fue un simple humano como cualquier otro, con un buen talento para la música pop. Y con un estómago de hierro para cogerse a la china. Lo que me da hueva es que cada aniversario lo arrimen más a la santidad y a la genialidad renacentista. Ya casi dicen que mandaba a McCartney a comprar refresco mientras él componía todo lo bueno de The Beatles. 


No son Nacho y José María.

John me parece un tipo chévere (8) pero a San Lennon lo tengo guardado bajo llave en el armario de una inconografía mediática y engañosa, junto a la santidad del Che, el arte de Andy Warhol, Rigoberta Menchú,  las opiniones políticas de Sean Penn, el "rock" argentino, el Foro de Sao Paulo, las lágrimas de Omara Portuondo cuando canta Silencio en la película del Buenavista Social Club, la genialidad de las comedias de Neil Simon, los activistas de Greenpeace, que Woody Allen busque descaradamente estrellas taquilleras escudado en su fama de director de culto. Y la certeza de que Varadero es la mejor playa del mundo y Tropicana un paraíso bajo las estrellas. Ah: y  la explicación -que no acabo de entender- de por qué Mario Benedetti es buen poeta y Ricardo Arjona es mal letrista, si Benedetti es Arjona por otros medios.

Y quisiera explicarles también por qué la Madre Teresa de Calcuta me parece una vieja manipuladora y reaccionaria, pero qué va: no puedo abrir tantos frentes de batalla a la vez.

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NOTAS:
1) Izquierdoso no es sinónimo de izquierdista. Izquierdista es un ser liberal, consciente, que aboga por la progresión de los derechos humanos y busca la renovación y la equidad. Izquierdoso es un empleo temporal que consiste en apoyar cualquier cosa que suene a anti yanqui, así sean dictadores, para arrepentirse luego y escribir un libro donde confiesa que lo manipularon.  

2) En la década de los 80, cuando interrogaron a Turner acerca de la posible existencia de compatriotas espías, aseveró que “los americanos no son fuente de mucha inteligencia”.

3) En su largo estira y encoge con McCartney, Lennon reclamó haber escrito “el 70%” de la letra de Eleanor Rigby y “las partes profundas” de We Can Work It Out. Entiéndase por “profundo” el verso “life is very short, and there’s no time, for fussing and fighting, my friends”. Mi vecino marihuanero dice cosas más geniales cuando anda prendío.  

4) Luego se robaron esos reales, pero no por culpa de los músicos, entre quienes estaban Harrison, Clapton, Leon Russell, Bob Dylan y Billy Preston.

5) Última entrevista de Lennon en Playboy (http://beatlesnumber9.com/lennonplayboy.html)

6) Comparada con Fortunate Son (Credence Clearwater Revival) I Can’t Write Left-Handed (Bill Withers) Ohio (Crosby, Stills, Nash & Young), War (Edwin Starr), A Change Is Gonna Come (Sam Cooke), incluso What the World Needs Now Is Love (Burt Bacharah) y Banana Song (Harry Belafonte), la letra de Imagine parece escrita por una Miss. Y si me dices que Power to the People es un himno electrizante, te pongo Agárrense de las manos, de José Luis Rodriguez. 

7) Creía, con toda razón, que ser rico no es malo, y odiaba a McCartney a muerte. Pero el sentimiento era tan mutuo, que ni vale la pena ahondar en eso.  

8) Mi canción favorita suya en solitario es Stand By Me, que no era de él, sino de Ben E. King. Bueno, y algunas del Double Fantasy, que suenan a Motown. Como se verá, de Lennon, lo que se dice Lennon químicamente puro, paso

lunes, 29 de noviembre de 2010

ANA NO VE LOS TOROS DESDE LA BARRERA



Ana María Simon.
Foto: Camilo Hernández
 
El incidente es típico del país insólito que somos: una alcaldía de la capital, para recaudar fondos y comprar juguetes para los niños más desfavorecidos, decidió hacer ¡una corrida de toros! Con todos sus ingredientes: animal babeado, sangrando y cagándose descontroladamente, cornada al torero en el mejor de los casos, gente creyéndose española (con altas probabilidades de ser devueltas de Barajas si su piel supera en dos tonos la del andaluz promedio) y alguna orquesta desafinada tocando lo peor (si fuere posible distinguirlo) del repertorio de Los Churumbeles.
Lo que sea, por los niños pobres.
La idea me escandalizó incluso a mí, que nunca he militado en favor de los animales y mi contacto con los toros se limita a  haber comprado alguna vez esos carteles donde el nombre de uno aparece junto al de toreros famosos, y que te venden en cualquier mercadillo español atrapaturistas, aunque una vez, veintitantos años atrás me llevaron al coso de Las Ventas, en Madrid.
Entonces juraba yo que iba a ver el espectáculo sublime que tanto entusiasmaba a Picasso, Lorca y  Hemingway, pero en su lugar encontré una estafa salvaje. La plaza olía a mierda de animal y a sobaco soliviantado por el calor. Ya me habían advertido que el paquete que le guinda por la pierna al torero es un protector, y con eso había perdido la mitad del interés, pero ni siquiera los toreros eran de buen ver. Nada de paquirris ni de dominguines: más bien parecían señoras tratando de contener la respiración dentro de sus fajas demasiado ajustadas.  Del público, ni hablar. Ni mujeres hermosas enmantilladas ni hombres patilludos bebiendo vino de una  bota. Al contrario: era una cuerda de energúmenos más cercana a un auditorio neonazi que al ángel y el duende y todas esas pendejadas que tanto alabó Federico.
Pero lo peor era el toro: una bestia que embestía torpemente cualquier cosa que le pasara por delante (pese a que, recuerdo, era un legendario Miura); que pasó un buen rato corneando una capa que quedó sobre la arena y que se resistió a morir con un empecinamiento doloroso. Me retiré asqueado del lugar sin verlo desplomarse, y al día siguiente la prensa habló de una jornada gloriosa donde sacaron al torero en hombros con todo y sus cojones de mentira.
Más de una vez he presenciado discusiones en torno a los toros. Sus defensores alegan que es un arte y que, de no existir las corridas, se extinguiría ese tipo de animal, pues son criados solamente para la llamada fiesta brava. Otros hablan de "manifestación cultural autóctona", acaso olvidando que la ablación genital femenina y la lapidación de homosexuales e infieles lo son también en los países donde se practican, y eso no las hace menos bestiales. Los detractores prefieren que se extingan los toros si sólo existen para ser torturados brutalmente. En Barcelona prohibieron las corridas, pero más por necedad regionalista que por  piedad. En lo personal, no intento ni ponerme en el lugar del animal: mi umbral de dolor no tolera ni un mosquito, así que mis sentimientos al respectos son jevísimos. Pero sí me inspira una profunda conmiseración rayana en la rabia ver gente solazarse en el dolor ajeno: llámense toros, gallos, perros, lucha libre, boxeo, golpizas policiales y actos de repudio.
Pero volviendo al cuento de la alcaldía: estaba claro que las sociedades protectoras de animales saltarían, como efectivamente sucedió, para guasa de todos los que no hacemos nada pero vivimos criticando a quienes hacen (vaya la autocrítica). Y todo hubiera quedado ahí si no se hubiera involucrado un grupo de figuras públicas.
Ahí la caña se les puso a tres trozos a los torófilos, porque la popularidad hala, no sé si tanto como el proverbial pelo de ya sabemos dónde, pero hala.
Una de las involucradas en el asunto fue mi amiga Ana María Simon, actriz, locutora y animal de la radio, a quien le descubrimos una veta militante que no imaginábamos. Junto a los otros, le metió el pecho al asunto. Y tras un largo proceso de marchas y contramarchas, (y de ser acusados de “hordas chavistas”, cuando lo que caracteriza a esos grupos es, precisamente, su escasísima disposición al diálogo) logró y lograron un pacto de honor: la Alcaldía prohibió por decreto las corridas de toros en su jurisdicción. Y, a cambio, los famosos ofrecieron obras de teatro que recauden los fondos que se esperaban obtener matando al toro. Un acuerdo que honra a ambas partes, demandantes y demandados, en un país donde el ejercicio de poder se circunscribe a limpiarse el culo con las opiniones adversas.
Ayer domingo tuvimos el primer día de sol en medio de tantas lluvias desastrosas. En la Plaza del Hatillo estaban los promotores del canje recibiendo las donaciones de juguetes que ofrecieron por la salvación del alma ética de sus conciudadanos. Llegaron muchos: los demás se comprarán con los impuestos de las obras teatrales que se presenten. Y también estaba la Alcaldesa y estaba Luna, que nos volvió locos vía Twitter para que colaboráramos. Y Ana María, feliz como un primer dia de vacaciones, porque lo habían logrado con todos y entre todos.
Para quienes no vivan en el contexto desolado de Venezuela esto les parezca una tontería. Para mí no: en medio del sálvese-quien-pueda nacional, estos cuatro gatos alzaron un estandarte y lograron lo que se propusieron. Y los escucharon. No sé si será, como dijo Neil Armstrong, "un pequeño paso para un hombre y un gran salto para la humanidad", pero quedé feliz por ellos y por la tolerancia que practicaron ayer, públicamente. Tanto, que terminé el día comiéndome una punta trasera término medio en El Alazán.
Nunca dije que fuera vegetariano.  

lunes, 22 de noviembre de 2010

ALEJANDRO SANS COMMENTAIRES



Foto: Camilo Hernández

Por fin, después de seis años de ausencia y dos de un concierto cancelado por hacer mofa del militar que lleva doce años jugando a que es Presidente, Alejandro Sanz pudo presentarse otra vez en Venezuela. (*)
Muchas cosas han cambiando, empezando por el valor de la moneda, cuesta abajo en su rodada. Ahora la entrada costó cuatro veces lo que hace dos años. Y también la actitud de Sanz, quien entendió que la batalla frontal, aparte de impertinente, es estéril en estos casos. Hábil y a través de Twitter, preguntó (y emplazó públicamente) si se le era permitido cerrar su gira latinoamericana en el país donde al parecer tiene muchos afectos;  si el gobierno garantizaba la seguridad suya, de su equipo y de su fans. No pudo tener mejor sentido de la oportunidad para hacer el petitorio: hay demasiadas acusaciones alrededor de estas fronteras para seguir ganando enemigos. Y un cantante pop, sobre todo si tiene fama de progre, puede ser pésima publicidad.  La respuesta no fue pública pero sí positiva, porque el hombre vino y cantó y supongo que ya se fue.
Más allá del repertorio (descubrí que conozco poquísimo de él), de los momentos emotivos (que hubo varios y quiero creer que fueron sinceros), Sanz fue generoso en elogios para el país y primero artista que político. (**) Pero una frase que pasó inadvertida (no hubo reacción del público, integrado por un 75% de mujeres orgasmando con cada estribillo) me hizo entender que no ha cambiado de opinión. Y de paso removió mis déjà vus de rusa baracoense: “Gracias al Jefe por haber permitido que me presentara en Venezuela”.
Puede haberse referido a Dios, como me apuntan. Pero no sería descabellado que se haya referido al Jefe de aquí, quien también nos ve desde lo alto y nos mueve según su gusto. Al que cambió el Escudo Nacional por complacer a su hija (y lo dijo), y movió en media hora el huso horario del país (sin decir por qué ni para qué); el que despoja y reparte lo ajeno a su antojo, y cada mañana decide qué nuevo y caprichoso derrotero tomará el país. El que dice claramente y a quien quiera escucharlo que, si en las elecciones del 2012 no sale reelecto, dará un golpe de estado.
Yo, que viví 32 años bajo los caprichos de uno que mientan El Caballo, y que hoy, desde la senectud de sus camisas a cuadros chulea que da gusto al de aquí, a cambio de un barniz de prestigio (y quien quita si hasta una isla arruinada y desmoralizada como herencia), no pensé en Dios, lo admito: pensé en el Jefe terrenal; el que, a fin de cuentas, permitió que Sanz cantara en su hacienda.
Y no puedo menos que extrañar los seis años (de cincuenta que tengo) que viví en un país normal. Donde Dios era Dios, y el Presidente era un señor que estaba en algún lado, que no se metía en tu vida ni en tu casa, ni mucho menos despertaba al país con un toque de diana los días de elecciones. Un país donde se le podía decir desde ladrón hasta hijoeputa al jefe de estado, y no perdías el trabajo ni la vida en el intento. Ni la posibilidad de escuchar a tu cantante favorito a un precio infinitamente menor al que costaron las entradas de este sábado.

NOTAS
(*) Oficialmente, fue la Alcaldía del Municipio Libertador quien ordenó la cancelación del concierto y declaró a Sanz persona non grata. Pero todos sabemos de dónde viene el bayón.
(**) Curioso que se les reclame a los artistas que adversan a Chávez que digan públicamente sus opiniones. Pero el señor les parece un encanto (Carlos Santana, René de Calle 13 y Andrés Calamaro son de esa opinión), se les permite vocearlo, y encima se les agradece que metan la cuchareta.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

UNA ESCENA ENTRE BURROS

En la tradición de Samaniego.
A Alexitico, que me dio la idea.



EXT. POTRERO. DIA.
Sitio donde un grupo de burros come, rumia y caga en orden aleatorio.

BURRO 1: (ROMPE EL SILENCIO)
¿Se enteraron de lo del Patrimonio?

BURRO 2: (EMOCIONADO)
¡¿Quién se casa?!

BURRO 1:
No dije “matrimonio”, dije Patrimonio, que es…

BURRO 3:
...el matrimonio entre hombres.

BURRO 4: 
¡Ya empezaron con la mariconería! Luego se quejan cuando dicen que los burros somos pingueros.

BURRO 1: (A BURRO 3)
Patrimonio es un conjunto de bienes de valor.

BURRO 5:
¿Bienes?

BURRO 6: (CREE QUE ES CON EL)
¿A dónde?

BURRO 5:
No dije “vienes”, dije “bienes”, con B de burro.

BURRO 3:
Todas las Bes que decimos nosotros son de burro.

Carcajada que se extingue en un largo “aahhh…”. Pausa. Rumian.
BURRO 1:
La UNESCO tiene una lista de sitios que deben ser preservados por su valor histórico, artístico o natural. A eso le llaman Patrimonio Cultural de la Humanidad. Y también hay un Patrimonio Inmaterial, son las tradiciones de valor. Y declararon Patrimonio Inmaterial a la comida mexicana. ¡Somos famosos, yéiii…!

Sólo él se entusiasma. Los demás siguen comiendo y/o cagando.

          BURRO 6:
Una vez me comí un taco y  me quedó el culo como una cayena. Le ponen demasiado picante.

          BURRO 3:
Hablando de eso, ¿ustedes saben de qué país son los mejores chistes picantes? ¡De Chile!

De nuevo: carcajada que se extingue en un “aahhh…”. Pausa. 

          BURRO 2:
No entendí.

          BURRO 5: (EXPLICA)
Picante... chile... ¿captas? (BURRO 2 NIEGA) Whatever...  (A BURRO 1) ¿Y por qué famosos, si no somos mexicanos?

          BURRO 1:
¡Somos burritos! ¡Y los burritos son parte de la gastronomía mexicana!

          TODOS: (POR FIN ENTENDIERON)
¡Aaahh…!

Y rumian contentos. Pausa. Se espantan las moscas.

          BURRO 6: (A BURRO 5)
Acabas de cagarme la ensalada.

          BURRO 5:
¿Quién te manda a pastar detrás de mí?

          BURRO 3:
Te estaba oliendo el asno. (NADIE RÍE) Era un buen chiste. Intelectual, pero bueno.

          BURRO 7:
¿Saben qué es tremendo patrimonio? ¡Ésta que tengo aquí!

Y levanta una pata para que le vean la morronga a medio parar. Los demás burros escandalizados.

          BURRO 4: (VOLTEANDO PARA NO VER) ¡Negro tenía que ser!

          BURRO 5:
Señores, no se dispersen. (A BURRO 1) ¿Y podemos ir a Estocolmo a recoger el premio?

          BURRO 1:
El premio que dan en Estocolmo es el Nobel, ¡burro!

          BURRO 6: (CREE QUE ES CON ÉL)
¿Mande?

          BURRO 1:
Son cosas distintas. La UNESCO está en París, no en Suecia. (TR) También declararon Patrimonio Inmaterial al flamenco.

          TODOS:
¡NNNO!

Y voltean a ver la manada de flamencos en la charca cercana.

          BURRO 5:
¿A cuál de ellos?

          BURRO 2:
¡Ahora todos somos famosos! ¡Yéiii...!

          BURRO 4:
Yo no me junto con pájaros, lo advierto. 

          BURRO 1:
No me refiero a los animales sino a la cultura flamenca, la de los gitanos.
          TODOS (DECEPCIONADOS)
Ahhh…

Pausa. Comen, rumian, cagan y se espantan las moscas

          BURRO 5:
¿Por qué dirán: “la burra, aunque se vista de seda…”?

          BURRO
No es la burra, es la mona. ¡Burro!

          BURRO 6:
¿Mande?

          BURRO 3:
¿La mona no es la de la canción (CANTA) “La mona, apiádate de mi sufrir; la moona, no puedo sin tu amor viviiiir...”.

Una vez más: Carcajada que se extingue…

BURRO 2:
No entendí.

          BURRO 1: (PEDAGOGO)
Está parodiando la canción Ramona.

          BURRO 2:
Sorry, yo soy de Lady Gaga pacá.

Pausa. Comen, rumian, cagan.

          BURRO 3:
¿Ustedes saben cuál es el único animal que hay que mantener entretenido para que no cambie de sexo?

          BURRO 4:
¡Y dale con la mariconería!

          BURRO 5: (ENTUSIASTA)
¡¿A quién, a quién?!

          BURRO 3:
Al burro, para que no se aburra.

Carcajada que se extingue, pausa.

          BURRO 2:
No entendí.

martes, 16 de noviembre de 2010

...FELICIDÁ, FELICIDÁ, FELICIDÁ. EEEEEE...




Convento de San Francisco. Foto: Camilo Hernández
 
No me considero un nostálgico de mi ciudad. Es que, seamos sinceros: quienes nos fuimos de Cuba estábamos locos por hacerlo y nos largamos porque el país nos excretó como gusanos, escorias, “partes blandas de la sociedad” y todos los calificativos menos amables que pueda generar la lengua castellana. Y aún hoy, cuando volvemos, se encarga de recordarnos nuestra condición de apátridas con todas las humillaciones, registros y despojos imaginables.
Digo por eso que me es muy difícil ver La Habana como el Paraíso Perdido que reclamaba Guillermo Cabrera Infante, bendito sea entre todos los habaneros, que murió en el destierro extrañando su espacio y maldiciendo a quienes se lo arrebataron.
Pero sucede que hoy, 16 de noviembre, la niña está de cumpleaños. Y soy, aunque no quiera, esclavo de sus ojos, y no me queda otra que unirme al coro de los soplones de velas. 

Al otro lado del rio

Soy un habanero extraño, lo admito. Nací del otro lado del rio Almendares, en la muy marianense Maternidad Obrera, y viví hasta irme, harto, en La Sierra, en la mera frontera (lo que en Venezuela llamarían “el niéjer”) entre el señorial Miramar y el clase-media-baja-tirando-pa-chusma reparto Almendares. Mis escuelas, mis amigos y mis sitios de referencia estuvieron siempre del lado de allá de esa línea de mierda en que convirtieron el apacible río de mi infancia (*). De modo que no manejo los códigos de la nostalgia standard, y los vapores de la calle Ayestarán me resultan tan ajenos como la topografía de la Isla Trista de Cunha, el territorio habitado más lejos-de-todo que hay en el planeta.
Tampoco creo en eso de que todo tiempo pasado fue mejor, mucho menos después de volar en primera, ver Praga y cenar en El Bulli. Cada vez que un amigo cuelga en su Facebook los testimonios de nuestra miseria pasada (cajas de talco Brisa, latas de spam rusas, libretas de abastecimiento y electrodomésticos del campo socialista, etc) deseo profundamente haber nacido en la Isla Trista da Cunha antes mencionada.
Tengo nostalgias, claro; mas no de los fetiches turísticos ni del Parque Temático que Eusebio Leal montó en la Habana Vieja desmantelando el resto de la ciudad (**). La Habana que echo de menos de cuando en vez tiene, por ejemplo, las ventanas del garaje de los Tarafa que se ven desde el patio de mi casa y donde yo, de pequeño, juraba que vivía El Viejo del Saco. O las salidas de la ciudad, que siempre significaban paseos y nuevos mundos. Por el suroeste: la autopista bordeada de buganvillas y la gran pantalla del autocine Novia del Mediodía, nombre bello donde los haya. Y por el este, el viaje que comenzaba con suerte si agarrábamos Quinta y atravesábamos el túnel conteniendo la respiración. Y luego el sobresalto en el pecho al ver el mar a la izquierda y todo el malecón y luego otro túnel más largo y un sobresalto mayor cuando el carro emergía entre rocas blanqueadas por el sol y salpicadas de henequenes.  Y más allá, siempre con el mar de escolta, Tarará y Bacuranao y Guanabo y Santa María y luego Santa Cruz del Norte y, por fin, de premio: Varadero.



...entre rocas blanqueadas por el sol y salpicadas de henequén
   Te cambio ahorita todos los vitrales que enloquecen a los turistas por el vaso de agua fría que nos regalaba Sonia, la mamá de Ernesto Javier y El Inca, cuando buscábamos remedio a las gargantas secas de pasar el día nadando en la Playita de 16, de la que soy miembro honorífico desde que saltábamos el muro y nos colábamos en lo que entonces era el patio común de unos edificios, y la policía nos sacada y nosotros volvíamos y así ad infinitum. Me declaro culpable de haber contribuido a que se cayera el muro de celosía que daba a 16.
Son recuerdos que a nadie más que a mí interesan, pero que, a la postre (o ultimadamente: mi palabra venezolana favorita) bordan el perfil de la ciudad que me hizo. Los boleros de Beny Moré siempre llegaban flotando en el aire del mediodía, mientras Dámaso Pérez Prado reinaba en el radio del carro cuando íbamos a la playa. Quizás por eso asocio tanto el Malecón con el mambo. Los bambués alrededor de la casa de Lilo Núñez Velis crujían con el viento y la casa toda sonaba como un barco pirata. Y en el Parque de Quinta y 26 los gorriones se bañaban, cuando llovía, en el sombrero de Emiliano Zapata.
Sólo son imágenes sueltas de una ciudad que nadie sino yo celebra.

Mejor tìtulo: imposible
Hace unos años la poeta Odette Alonso (santiaguera que México se regaló con el hedonismo de quien sabe que se regala una joya) me escribió feliz. Había escuchado que se preparaba un libro sobre La Habana. Lo iban a editar unos tipos de afuera. Y lo mejor: podían escribir los cubanos todos: de dentro y del exterior. Se trataba, a fin de cuentas, de una ciudad, y las ciudades son siempre heterogéneas.
Me entregué con alegría a escribir para ella. Era una manera de volver, y no con la frente marchita, pues para entonces había probado mi primera dosis de bótox y tenía aquella frente más lisa que la pista de hielo del Rockefeller.  Hablé de Pérez Prado, que murió exilado, y de la ironía que supone que una obra suya, The Exotic Suite of The Americas, se haya utilizado para musicalizar un documental sobre Ernesto Guevara y que, por extensión se convirtió, para los cubanos, en La Sinfonía del Ché.  En resumen: se robaron la obra de un cubano exilado, sin pagarle los derechos de autor correspondientes, para ensalzar la vida de un argentino que se dio gusto matando cubanos hasta el dia que se ladilló y se fue a joder a otra parte. 
No hablaré de la respuesta airada que me dio el “representante” de Cuba ante el proyecto: a fin de cuentas es un pobre hombre sin internet para ejercer su réplica. Pero  sí pasé media mañana buscando los nombres de los dos editores de tan globalizada joya que terminó llamándose La Habana en blanco y negro: un uruguayo de nombre Roberto Bianchi y una brasilera llamada Nina Reis. Ellos recibieron y seleccionaron los textos y el material gráfico que debían aparecer en la edición. Nada de lo enviado por nosotros los apestados fue incluido, era de esperarse. Una vez más y como siempre, la fidelidad política a un hombre fue el mejor aval; ese que coloca al Ché por encima de Pérez Prado, que permite que el español Willy Toledo difame a la habanerísima Yoani Sánchez sin que ella pueda replicar.  El señor Bianchi y la señora Reis, y una tal Teresa Coraspe (¿?), venezolana (contra quienes no tengo nada, que conste: que la  culpa no es del loco, sino de quien le da el garrote) tienen hoy más derecho que Odette y que Lichi Diego y que Camilo Venegas y que Mike Porcel para hablar de una ciudad que no llevan ni en la piel ni debajo. No tienen una sola cicatriz de acera habanera en sus rodillas, jamás se enamoraron de Lili Rentería como todos los de mi generación, ni se sentaron a ver pasar las carrozas del carnaval en los bajos del edificio del Titi; ni comieron las acelgas con bechamel que preparaba Maruja, la mujer de Pablo Armando Fernández, ni escucharon a Xiomara Laugart cantar en los actos de la escuela cuando no era famosa, ni pasaron horas delante del cuadro de Servando Cabrera que había en la sala de Tomás Gutiérrez-Alea, tratando de adivinar qué representaba, hasta descubrir que era una descomunal pinga violácea; ellos, que no hicieron cola en el Paradero de la Playa ni conocieron Jalisco Park ni al Plátano ni vieron bailar a Charín ni saben que la cara del Alma Mater que está al frente de la Universidad es la de La Chana Menocal,  ni pedalearon esas calles con el estómago pegado al espinazo y maldiciendo cada esquina, son los mismos que por medio siglo  han llegado a la Isla a hablarnos de nosotros porque a nosotros no se nos permite hacerlo. Todo a cambio de un elogio político. Desde Sartre y Beauvoir hasta Sabina e Isa Dobles, sin olvidar a la venezolana Fina Torres, última en la lista de los expertos de bolsillo y directora de un desatino con forma de film llamado Habana Eva del cual apenas logra escapar ilesa su protagonista, Prakriti Maduro, porque está tocada por los dioses. 
Y La Habana, claro, que salió tan buena que ni las fallas de foco (visuales y argumentales) de la señora Torres lograron deslucir.
Porque vamos a estar aquí y no en la cola del pan: la villa de San Cristóbal de La Habana que fundó Don Diego Velázquez es más fuerte que ellos y que sus verdugos y que nosotros todos: los que la abandonamos y los que la padecen. Nadie puede con ella, ni la distancia ni el olvido. Hoy cumple 491 años y sigue siendo la más señora de todas las putas.
Que Dios y el farolero del Morro la conserven así.  Amén.


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NOTAS:  (*) Este año, “expertos” de las universidades de Yale y Columbia colocaron a Cuba en el puesto 9 (de 163) de los países más limpios del mundo, sin molestarse en levantar sus sabios culos de sus cómodas sillas e ir a ver cuán ciertas son las cifras que les dio el único autorizado a dar cifras en la Isla: el  gobierno.
(**) Y encima se lo tenemos que agradecer.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

DIA DE MUERTOS

Catrinas
Hoy los mexicanos celebran su Día de Muertos (*). A contrapelo de esa constante actitud estítica que  nos impuso el catolicismo, donde todo conduce inexorablemente al sufrimiento, y encima debe aceptarse con resignación, los sabios pueblos prehispánicos veían con otros ojos el salto al lado de allá de la existencia. Para ellos no había Infierno ni Paraíso, y los destinos estaban marcados por la manera cómo se moría, no cómo se había vivido. De modo que, por más buen tipo que hayas sido en vida, y por más en paz que hayas muerto rodeado de tus seres queridos, te toca ir al Mictlan, sitio habitado por Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl (**), señor y señora de la muerte. Un sitio, según dicen, oscuro, feo, del cual no se puede salir (hablo de Mictlan, no de Cuba) y para colmo es dificilísimo llegar, pues las almas deben pasar cuatro años vagando por ahí y guiadas por un perro.
Ahora, quienes mueren en circunstancias relacionadas con el agua (ahogados, fulminados por rayos, así como enfermos de gota, hidropesía o sarna, y niños sacrificados) van al Tlalocan, paraíso del dios de la lluvia, Tláloc, sitio de reposo y abundancia.  
Los niños van a Chichihuacuauhco, un sitio especial donde hay un árbol que gotea leche y de donde regresarán a repoblar la Tierra el día en que se extinga la humanidad.
Pero el sitio más hermoso es el Omeyocan, paraíso del sol que preside Huitzilopochtli, el dios de la guerra y a dónde van solamente los muertos en combate, los cautivos sacrificados en actos de guerra y las mujeres que fallecen durante el parto. Porque para ellos, las que mueren dando a luz son comparables a los guerreros. Nada más justo. Morir en actos de guerra o relacionados, es la más honrosa de las muertes, y el Omeyocan un sitio de gozo permanente, donde se acompaña al sol con música y bailes. Los pobladores del Omeyocan son los compañeros del Sol, y al cabo de cuatro años, regresan a la tierra convertidos en aves de plumas multicolores.
Y hoy se me antoja que todos los muertos que cargan mis países, los miles que han sido devorados por los tiburones del Estrecho de la Florida, y los cientos de miles de víctimas del hampa en Venezuela (cifras que en ambos casos quizás nunca sepamos, pues ninguno de los dos gobiernos las reconoce; al contrario, las desmienten y ocultan); se me antoja, repito, que esos hombres y mujeres y muchachas y muchachos, y padres e hijos y amigos y hermanos pisoteados en la danza de nuestras muertes cotidianas, son ahora rayos del sol impertinente que está en mi ventana. Y al amanecer son una tropa de guacamayas escandalosamente hermosas que bajan del Avila a planear sobre esta ciudad infeliz y acobardada.
Guacamayas sobre Caracas

(*) Esto fue escrito el 2 de noviembre pero lo coloqué el 3.
(**) Me encantaría escuchar esos nombres, además, insertos en una conversación en catalán. Toda una delicia destrozagargantas.

jueves, 28 de octubre de 2010

En una noche tan cuchi como esta



Mariángel Ruiz, 1ra finalista Miss Universo 2003.
presentadora de tv y mamá de Victoria
Faltan horas para que comience el Magno Evento de la Belleza Venezolana, la única noche del año en que me siento extranjero en mi país. Y no lo digo por las mujeres en torno a quienes gira, que si bien no las consumo en lo sexual, me siguen pareciendo el momento cumbre de la Creación. Aún no he encontrado nada que supere la perfección de una teta, y hablo de las que tienen curvatura sólo abajo, no los chichones de Playboy que ahora cargan muchas.

Mónica Spear, Miss Venezuela 2004
es ahora Micaela
una protagonista con Síndrome de Asperger
en la novela de Leonardo Padrón
"La Mujer Perfecta"
Miss Venezuela es un ritual que, como la bicicleta, hay que aprender de chiquito. Y dime tú qué rituales puedo haber aprendido yo en un país donde nada duraba más de un año. No logro extrañar los pastelitos de guayaba ni las africanas ni el pan con timba ni ninguna de las presuntas delicias infantiles de Cuba, porque nunca fueron una constante en mi biografía: fueron apenas un esbozo de gula. Pasé años endiosando la malta con leche condensada y ahora que tengo ambas en el estante del automercado, ni las miro.
No se puede tener nostalgias de algo que solamente se deseó.
Viviana Gibelli, Miss Monagas 1987,
es simplemente incansable.
Hija de cubana caza ratón, para más señas
Y encima, llegué a Venezuela viejo y mañoso, por lo cual tampoco logré insertarme en su universo de golosinas. Nada de pasta de jamón Diablitos, Susy, Cocosette, Frescolita, y mucho menos hamburguesas de McDonald’s. Cuando salí de Cuba (…dejé mi vida, dejé mi amor) juré bajo la mata de mango del patio de mi casa que nunca más volvería a pasar hambre. Sí, como Scarlett O’Hara antes del intermedio de Lo Que El Viento Se Llevó, aunque mejor peinado y sin el vestidito. Una de mis primeras salidas en Toronto fue al templo de Todo-Lo-Bueno-del-Capitalismo (léase: McDonald’s). Cuando tuve mi primer Big Mac en la mano y descubrí que, al apretarlo, aquello agarraba el grosor de una galletica de soda sin gracia, entendí que mi destino se escribiría siempre sobre una punta trasera, término medio. Sin guasacaca ni un coño: a pelo.   

Eva Ekvall, Miss Venezuela 2000
 ganó su mejor corona: vivir
Miss Venezuela es La Noche de la Mariconería Permitida en Venezuela. Ese fue mi primer desconcierto. Las familias todas se reúnen alrededor del televisor como en una gran celebración. Papel en mano, chequean si sus “predicciones” fueron acertadas. Y lloran y ríen y se emocionan por gente que en su vida conocieron y quizás nunca conozcan. Hasta ahí está bien: algo así pasa con el fútbol y con el Festival Eurovisión.
Pero escuchar a un mecánico con un tatuaje carcelario en el brazo decir que el vestido de Miss Cojedes fue diseñado por su peor enemigo, por lo bajito: impacta. Reniego de quienes critican el evento por exponer a las mujeres como animales de feria: esas ninfas llegan a la pasarela tan despojadas de toda sexualidad, tan escondidas bajo kilos de laca y telas; tan ingenuas y asustadas, que no son hembras: son drag queens. Verlas con morbo sexual, sería como querer hacerle el cunnilingus a una Barbie: pelvelso. De modo que el Magno Evento de la Belleza es más una reafirmación en la autoestima patria que una feria de carnes, y eso lo entiende hasta el macho más básico, que hoy limita sus comentarios a los ojos, la boca, incluso a la manera de caminar o de llevar los tacones de las concursantes, cuando el resto de los días sólo le importa ese culote, esas tetotas y ese capó’e’volvágen y dame ese perol pa llenátelo e chicha. (*)


Carolina Perpetuo, Miss Miranda 1986, primera actriz hoy
Al margen de que no me verán sentado ante el televisor esta noche (mi sentido del kitsch tiene límites), doy mi respaldo al concurso. Porque hay que celebrar la belleza casi hiriente de las mujeres de este país de mezclas e inmigrantes, aunque ahora lo sea de emigrantes. Cualquiera que te encuentres por las calles tiene ancestros en Holanda, la costa negra Barloventeña y hasta algún chamán indígena. Venezuela es, sin dudas, un territorio bendito por los cruces genéticos. Y sí: es verdad que las operan, pero para que algo se pueda mejorar tiene que venir bueno de fábrica. Opérenme a mí, y vean qué sale.

María Fabiola Colmenares, Miss Lara 1994
antes de ser actriz y activista política
Y Miss Venezuela no es tampoco otro tonto concurso de belleza. Es la vía que muchos talentos han encontrado para darse a conocer. De otra manera estarían languideciendo en sus vidas mediocres porque el único consecuente cazatalentos del país se llama Osmel Sousa. En lo personal, me basta saber que Mariángel Ruiz, Mónica Spear, Viviana Gibelli, Eva Ekvall, Carolina Perpetuo y Fabiola Colmenares, mujeres talentosas y cojonudas donde las haya, se dieron a conocer a través de ese concurso.  Como no soy missiólogo (**), a las pruebas me remito, y por ellas me quito el sombrero ante Osmel y sus muchachitas. Aunque esta noche no encienda el televisor. Porque, además, a Miss Apure siempre me la maquillan mal. ¡Y eso me pone los nervios de punta!

(*) NOTA AL MARGEN: Lo confieso, soy un apasionado de los piropos ordinarios y conozco unos cuantos que harían sangrar los tímpanos de los puristas: “Ven pa llenáte la barriga e gente”. “Si así es la diarrea: que me muera cagando”. “Estás como el queso e dieta: RICOTA”. “Si mis ojos fueran alfileres: porecito tu culo”. “¿Crees en el amor a primera vista, o quieres que pase de nuevo?” “Quién fuera perro pa miáte los cauchos”. “Estás como la sartén: caliente y pa echáte guebo”. “No muevas tanto la cuna que se me para el muchacho”. “Me tienes comiendo cemento y cagando bloques”. Pero ninguno le llega a los talones a uno que escuché en la cafetería de la esquina de mi facultad, en La Habana: “si con ese culo que tienes, te tiras un peo adentro e una caja e talco: tenemos niebla dos meses”.

(**) Missiología: rama del saber nacional que consiste en conocer por nombre y apellido a todas las misses que en el país han sido, amén de los estados que representaron, la ropa que usaron, y los accidentes que tuvo cada edición del concurso. Nada más entretenido que oír a una loca, por lo general muy fea y con una dentadura deplorable, enzalzar las bondades de Miss Aragua del 72 y los aportes de Miss Dependencias Federales del 81 a la ulterior selección de Miss Trijillo. Todo eso adornado con profusión de "fuistes" y "estuvistes". Si emplearan tal pasión en hobbies como leer buenos libros,  estudiar por la noche o ir a los museos, Venezuela sería más culta que la Florencia de los Médici