Boulevard de Temple (1838) En la esquina, un hombre. En el último balcón del primer edificio alto de la izquierda, una alfombra. |
"...después
vinieron los relojes"
María Elena Walsh.
(1939-2011)
El
hombrecillo del Boulevard du Temple
es una de mis obsesiones metafísicas desde que descubrí ese daguerrotipo
–antecesor de las fotografías- no recuerdo dónde, pero sí sé que siendo un
muchacho. Es apenas la imagen de una calle parisina captada en 1838 desde un piso
alto, por el inventor Louis Daguerre
(1787-1851) quien demoraba entre 4 y 40 minutos para impresionar una placa
como ésta. Una nadería, si pensamos en las horas que necesitaba para hacer lo
mismo su antecesor Nicéphore Niepce.
Tengo
debilidad por las viejas fotos de ciudades, y no más regreso de un viaje, me
lanzo a indagar cómo eran esos espacios que conocí, lo más atrás posible. Pero
lo que me atrae de esta imagen pionera -más allá de ser la primera fotografía
donde aparece una figura humana, o la curiosidad por ver cómo era el paseo donde
luego vivió Gustave Flaubert y
trabajó Lestat, el vampiro- es que no
es una imagen del Lugar, sino del Tiempo. Daguerre marcó un lapso, cinco o diez
minutos, quién sabe, para impresionar su placa. A esa hora el boulevard, que
cualquiera con mínimas nociones de urbanismo reconoce como un sitio concebido para ver y dejarse ver, estaría lleno de
transeúntes, de coches yendo y viniendo, de policías de ronda por la vereda, mujeres
apresurándose al mercado, niños con perros y enamorados embelesados con el halo
de gardenias que dejaban al pasar las muchachas, mientras una sirvienta sacaba
la alfombra al balcón para orearla en la mañana de ese otoño. Digo que es
mañana, porque nadie cuelga alfombras para que pernocten al sereno; y digo que
es otoño porque abundan los árboles secos, y los frondosos lo están demasiado
para ser primavera.
Ninguno
de quienes cruzaron el amplio paseo, sabía que en ese momento, en la ventana de
uno de sus edificios, un señor jugaba a ser Dios. En sus personales prisas, no permanecieron
lo suficiente para quedar atrapados en la placa de Daguerre. Sólo un
hombrecillo, justo donde la acera hace una esquina generosa para los carruajes,
fue registrado. No se ve bien qué hace. Alguien sugiere que está parado ante una
bomba de extraer agua, lo que queda descartado con sólo ver la simetría de la
arboleda seca. Otros aseguran que
le están puliendo los zapatos, y quien lo hace debe ser un niño o joven,
borroso por el movimiento. Lo único cierto es que el hombrecillo murió si saber
que esa mañana, detenido en posición de escultura de Giacometti, había ganado la eternidad.
Una
casualidad que es también una carcajada sobre las pretensiones de los poderosos
que han contado –y aún cuentan- su presencia en eras, antes de contarla en obras.
El Imperio de los Mil Años, los planes quinquenales, el Dos Mil Siempre… Los
republicanos franceses inventaron su propio calendario; también los
bolcheviques. Ninguna de las dos revoluciones, con sus terrores, sus
guillotinas y sus gulags, completó un siglo de paso por la vida.
Ni
siquiera el recuerdo del soberbio Napoleón
Bonaparte, muerto 17 años antes, queda en el aire del Boulevard du Temple.
Sólo un alguien sin nombre que lustra sus zapatos, digo yo que en una mañana de
otoño, en el Tiempo perfecto de Louis Daguerre, que es también otro de los
nombres de Dios.
Louis Daguerre (1787-1851) |
Ah, y es un 0 el 9. Eso, o estamos mucho más viejitos de lo que creía.
ResponderEliminarGracias, ya lo arreglo
ResponderEliminarY yo arreglo el mío, que salió lisiado.
ResponderEliminarEsto me recuerda lo mucho que me gustan Flaubert y los daguerrotipos, y lo mucho que no le perdono a Anne Rice que escribiera sobre Lestat de una manera tan abusiva que no nos quedara a los que nos enamoramos de Entrevista con el vampiro más remedio que odiarlo -dijo ella.
Esta maravillosa entrada me llega muy de cerca. No lo creerás pero ANOCHE estuve pensando en esta foto, y en ese ojo que sólo recoge lo inerte o lo que se detiene el tiempo suficiente. Últimamente he estado muy interesado en el daguerrotipo y en la relación de la fotografía con el tiempo, por lo que imaginarás lo mucho que he disfrutado este texto. Siempre es un placer leerte. Un abrazo.
ResponderEliminarEl hijo de Nerva.
Tu entrada de la foto de Caracas es una joyita sociológica. Cuando sea grande quiero escribir como tu
ResponderEliminarMuy buena nota.
ResponderEliminarGracias
Gerardo Fernández Fe
Daguerre estará encantado... donde esté. Genial, brother, como siempre.
ResponderEliminarCamilo, no dejes de escribir. Suelta lo que sea, lo que te vaya pasando por esa cabeza.
ResponderEliminarEste es un texto hermoso que he leído varias veces.