Pocos días después de su muerte, el 16 de julio de 2003, compartí plana en el diario EL NACIONAL con el cubano Leonardo Padura y el venezolano Ibsen Martínez. Fueron tres semblanzas, desde diferentes sitios y momentos, de la misma mujer: Celia Cruz. Este fue mi testimonio.
LA VIDA ES UN CARNAVAL
Yo no conocí a Celia Cruz hasta que tuve 34 años.
Sabía, eso sí, que existía. En mi casa había un disco de 78 rpm, de los que tenían
una canción por cada lado, y en una de ellas Celia cantaba algo que a mis oídos
infantiles sonaba como Yembe laroko.
Y esa crueldad que sólo los niños disfrutan sin culpa lo transformó en Ñengue está loco. Ñengue era, como lo
proclamaba mi versión y perversión, el loco de la cuadra, un pobre diablo que
erraba por La Habana de mi infancia, perdido entre babas y torturado por los
mataperros hasta que lo encerraron en Mazorra y le secaron los sesos a golpes
de corriente alterna.
Pero no sólo Ñengue se enfurecía al escuchar el
estribillo latiguillo. También otros, tal vez sin babas, pero igual de
perdidos, habían convertido a Celia, una mujer cuyo único delito era cantar
como un ángel contralto, en motivo de calenturas.
Celia se les había escapado entre las patas y ahora
–o entonces- erraba por el mundo buscando casa y alivio. Disfrutaban, quizás,
en su demencia política y apocalíptica, el perverso placer de saberla
extrañando, de creerla perdida. Pero lo que nunca imaginaron sus verdugos, los
que la escamotearon del paisaje sonoro de dos generaciones de cubanos en la
isla es que, buscando el país que le negaban, Celia Cruz se hizo Cuba. Y nos enseñó a hacernos cubas, porque el país, la
patria o comoquiera que se le llame según el grado de cursilería patriótica que
uno lleve en sangre, va con uno no importa dónde.
Si alguna vez pensaron que Cuba sería una sola; la
de ellos donde sólo ellos tendrían cabida, se equivocaron tanto que hasta da
pena ajena: lo único que lograron fue crear tantas cubas como cubanos somos. Y
entre las tantas cubas donde cada cual da cobijo a sus afectos, a sus muertos y
a sus porvenires, la Cuba de Celia Cruz fue la más hermosa. Una Cuba que
cantaba en sus pelucas insólitas, que reía tanto que uno podía tocarla y
regresar montado en ella al patio de la casa, que es particular, que llueve y
se moja como sólo el patio de uno, con la madre de uno en todas partes, sabe hacerlo.
Tengo tanto que agradecerle a Celia que mejor ni le
agradezco, porque eso significa que se acabó lo que se daba, que olvídate del
tango y que agárrate de la brocha, que me llevo la escalera. Pensar que ya no
va a estar en algún lado, siendo
Cuba, es quedarme solo en este viaje. Y ese es un lujo que no puedo darme.
Casualidades de la muerte: también se nos va Compay
Segundo, un negrazo magnífico que languideció por décadas hasta que un gringo
con resabios hawaianos lo reveló al mundo. En La Habana estarán llorando al
Compay; en Miami a Celia. Millones de cubanos en la isla han tenido hoy un día
normal, sin sobresaltos. A qué enfermo mundo nos han traído.
Por mi parte, acabo de inscribir tres nuevos ciudadanos
en mi cuba personal, y eso me alegra. Celia canta y el Compay le hace esa
segunda impredecible que sólo a él fue revelada. Ñengue baila con el cerebro
seco de tanto electroshock que le dieron en Mazorra. Los loqueros lo persiguen
y se les desvanece. Ñengue por fin es libre de babear en esta fiesta que poco a
poco va remando mi cuba personal hacia un caribe enorme donde algún día cabrán
todas nuestras islas.
Y en la proa baracoa, va Celia vestida de Cuba.
Vestida de Celia, bailante, rampante, campante.
Esa es su moraleja: no hay que llorar. Que la vida
es un carnaval.
Y las penas se van cantando.
Grande, enorme Celia, inigualable irrepetible, de todos, del mundo y nuestra, siempre nuestra. Bello homenaje Camilo. Gracias.
ResponderEliminarQué arte tienes compadre, para hacerme un nudito en la garganta, porque yo también soy Cuba.
ResponderEliminarGracias y un abrazo.
Maravilloso. Sí, Celia y Compay son Cuba. Llegué a tu blog buscando sobre Baracoa... y me cayó por el nombre (¡qué personajes encierra Baracoa!). Gracias por esta perla. Pronto estaré en Baracoa.
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